2008, 29 de abril.
Vivimos tiempo de aceleración y fugacidad. Lo que se nos presenta hoy como importante e impactante, mañana ya ha pasado de actualidad y hemos de volver agitadamente la vista hacia otro escenario y otra realidad más o menos condicionada, más o menos interesadamente presentada.
Por ello se multiplican los conflictos olvidados. Darfur, que nadie recuerda excepto por el Arca de Zoé; Somalia que sólo es noticia cuando se secuestra a un pesquero; por poner sólo dos ejemplos
El Tíbet estuvo unos días en primera plana. Ya vuelve de nuevo a los conflictos y a las violaciones sistemáticas de derechos humanos de las que nadie se acuerda.
Algo parecido ocurre con la situación en Myanmar-Birmania. La violenta represión contra las manifestaciones pacíficas celebradas en todo el país durante los meses de agosto y septiembre de 2007, copó las portadas de los periódicos y las imágenes que en un primer momento pudimos ver de monjes manifestándose pacíficamente, llenó las pantallas.
Incluso motivó la condena de la comunidad internacional y un consenso sin precedentes en el Consejo de Derechos Humanos y en Consejo de Seguridad de la ONU
Pero, ya no es noticia. Y sin embargo la represión y la cruenta violación de los derechos humanos continúan.
No hace falta que diga que en Birmania se sufre una de las dictaduras más cruentas y cerradas.
Las minorías étnicas de Birmania han huido durante décadas del hambre, la guerra y las torturas provocadas por uno de los regímenes militares más brutales del mundo.
Para muestra bastaría señalar del conocido como «batallón de los violadores».
Los batallones de violadores son grupos de soldados birmanos, en ocasiones de alto rango, dedicados a la violación sistemática y selectiva de mujeres y niñas de la minoría étnica Shan, residente en la frontera entre Myanmar y Tailandia. Estos escuadrones fueron creados con la intención de conseguir desmoralizar, aterrar, reprimir y controlar a este grupo étnico y, en última instancia, conseguir su exilio hacia Tailandia
Su modus operandi consiste en realizar una gira por las poblaciones birmanas reclutando a jóvenes que son obligadas a desfilar, secuestradas de sus hogares y violadas cada noche hasta que los soldados cansados de ellas deciden asesinarlas a sangre fría:
Se viola en grupo a mujeres con siete meses de embarazo. Se obliga a niñas a realizar trabajos forzados durante el día y se las viola por la noche durante meses enteros. Se viola a madres e hijas juntas. Se viola a niñas de hasta 4 años de edad.
El número de agresiones y la forma sistemática en la que se llevan a cabo han llevado a las organizaciones birmanas en el exilio a denunciar que la Junta Militar ha desarrollado una política de «licencia para violar» para aterrorizar a los opositores. Los desfiles organizados en los cuarteles son aprovechados para que los militares puedan escoger a sus víctimas dentro de un sistema de gratificación y entretenimiento que recuerda al creado por los japoneses durante la ocupación de Asia en la primera mitad del siglo XX.
En 1988 fueron asesinadas 10.000 personas y el mundo exterior sabe poco acerca de este hecho que aconteció un año antes de la matanza de Tian’anmen. Las únicas imágenes que muestran lo ocurrido son propiedad de la empresa japonesa NHK que ha impedido que sean emitidas por las televisiones de Occidente para no desestabilizar el régimen militar.
El régimen dictatorial ha hecho prisioneros a muchos opositores, la mayoría por delitos menores o incluso por emitir opiniones o cantar canciones opuestas al poder. La prisión y la tortura e incluso sometimiento a esclavitud, siguen siendo moneda corriente. Miles de civiles son ‘reclutados’ por el Ejército para realizar trabajos forzosos en plantaciones, en la construcción de carreteras o para servir de porteadores.
Sólo quisiera para acabar, tras denunciar esta situación de violación gravísima de los derechos humanos, que la comunidad internacional no se olvide de ese pueblo machacado y que ponga en marcha todo tipo de actuaciones que permita que el pueblo de Birmania recupere la libertad, la democracia y se respeten sus derechos humanos.