2006, 27 de abril. Noticias Locales.
Hace tan sólo unos días que Amnistía Internacional reveló que son mas de 20.000 personas las que esperan que las maten sus propios gobiernos. Veinte mil personas que están contando los días para que el Estado les quite la vida.
También según Amnistía, fueron 2.148 las que fueron ejecutadas durante el año 2005. Encabezan el ranking de esta siniestra estadística Arabia Saudí, China, Estados Unidos e Irán, que tan sólo ellos han matado al 94% de los condenados a muerte.
A pesar de que la cultura de los derechos humanos ha crecido de un modo notable después de la Segunda Guerra Mundial, las ejecuciones se han realizado en 22 estados y otros muchos aún recogen en sus legislaciones este castigo absolutamente incompatible con el respeto a la dignidad y a la vida de las personas. De hecho, han sido 53 los países los que han sentenciado a muerte a más de 5000 personas durante el año 2005.
Mas sangrante aún si cabe es que se sigan ejecutando a menores de edad, tarea en la que destaca Irán. Afortunadamente durante el año 2005, el Tribunal Supremo de EE.UU. decidió prohibir esta práctica bárbara de la ejecución de menores. Por mas que modesto se trata de un paso mas en el sentido de acabar con la pena de muerte. El impulso contra la pena de muerte va cogiendo fuerza: desde 1997 hasta 2005 han sido 70 los países que han abolido la pena de muerte de sus legislaciones.
En España, afortunadamente se suprimió la posibilidad del uso de la pena de muerte que existía en el Código Militar para tiempos de guerra, pero sigue siendo mencionada en la Constitución. Ahora que se habla tanto de modificaciones, sería bueno que una de ellas fuera precisamente el incorporar como ha pedido Amnistía la prohibición expresa de la pena de muerte en España. Del mismo modo que empieza a ser urgente que España ratifique el protocolo 13 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, ratificado ya por 33 estados pero no por España, por el que se quiere convertir a Europa en una zona libre de pena de muerte.
Son múltiples las razones que fundamentan el rechazo a la pena de muerte. No es una de las menos importantes que la pena de muerte es la negación suprema de uno de los derechos humanos mas básicos, el derecho a la vida. No puede existir justificación alguna para la crueldad que supone el arrebatar una vida. Se convierte así en una especie de asesinato legalizado, que implica una dosis de crueldad y tortura inimaginables.
Pero incluso desde el punto de vista que dice perseguir la aplicación de la pena de muerte, es decir disuadir del delito, luchar contra la delincuencia, a la vista están sus resultados: en los países en las que se practica no se ha logrado reducir los niveles de criminalidad. En el caso de los EE.UU., pese a la pena de muerte, la criminalidad es de las más altas del mundo.
Siendo como es una medida irreversible, impide también reparar los no pocos frecuentes errores judiciales y restablecer en vida el honor y el buen nombre de una persona. No es posible la reparación del error a la persona ejecutada.
Aparece así la pena de muerte mas como una forma de venganza que como una sanción establecida conforme a los valores éticos razonables y propios de una cultura humanista.
Ojalá veamos confirmada la tendencia positiva que señala Amnistía en sus informes y podamos contemplar la pena de muerte como una de las vergüenzas de la humanidad afortunadamente superada.