2004, 29 de julio. Presentación del libro de Rafael Jiménez “Educación para una Ciudadanía Intercultural”.
Para el viajero desprevenido, acercarse a París o a cualquiera de las grandes capitales europeas, significa toparse con un paisaje multicultural que todavía nos impacta y nos sorprende a los españoles. Todavía. Porque verdaderamente en pocos años la visibilidad de personas de culturas y colores distintos empieza a ser ya un hecho cotidiano en el horizonte urbano de nuestras ciudades.
De apenas 400.000 extranjeros residentes en el año 1992, hemos pasado en doce años a casi dos millones de personas con tarjeta de residencia. Como se dice en el libro que presentamos hemos pasado de ser un país de emigrantes a ser destino de una inmigración que no deja de aumentar.
Los cambios empiezan a ser perceptibles. Los inmigrantes están aquí, quieren instalarse, tienen su proyecto de vida e integración y desean formar parte de nuestra sociedad. Se trata de una situación creciente que nos plantea no pocos retos.
El como tratamos a los inmigrantes en realidades cada vez mas claramente multiculturales se convierte en una especie de prueba del algodón de la calidad democrática de nuestras sociedades. Porque al hablar de inmigrantes o de extranjeros no estamos hablando de problemas de control, de mercado de trabajo, de problemas generados (por mas que estos existan) o de precaución social.
Estamos hablando de derechos, de igualdad y de justicia. Si lo miramos bien, los inmigrantes no nos vienen a cuestionar con problemas importados. En el fondo lo que sacan a la luz son nuestros propios problemas. Los de sociedades que poseen una creciente incapacidad para la inclusión. Nos retratan a nosotros mismos.
El reto está ahí: ¿Qué sociedades queremos construir? Sociedades excluyentes, cerradas en sí mismas, amuralladas, llenas de miedo y recelo a todo lo extraño, generadoras por tanto de desigualdades y dualización. O, por el contrario, sociedades inclusivas, abiertas y acogedoras, respetuosas de los derechos y la igualdad al tiempo que respetuosas e integradoras de la diversidad.
Desde esa óptica trascendente y no desde la inmediatez se sitúa el libro que Rafael Jiménez ha tenido la deferencia de pedirme su presentación.
No tengo que hacer ningún preámbulo para indicar que se trata de un texto realmente interesante e imprescindible. Para personas preocupadas por los temas educativos y curriculares que aborda en extensión. Para estudiosos en general. Pero muy en particular para las personas que están comprometidas en la construcción de una sociedad respetuosa de los derechos humanos cuyo test mas importante en los tiempos que nos ha tocado vivir es la forma en que trata a sus inmigrantes, sus posibilidades de integración y como aborda la convivencia multicultural.
Rafael Jiménez se acerca a todo ello con ambición. Aunque la parte mas importante del libro está dedicada al currículo, tiene una intención ampliamente abarcadora. En una aportación tan interesante como la que tratamos es además imprescindible. En primer lugar porque la importancia de los contenidos educativos (no sólo los formales claro está) para la conformación de nuevas realidades sociales en transformación es crucial. Y porque esos contenidos curriculares tienen que ser encuadrados y tienen que pisar el suelo de las sociedades que pretenden transformar
Al hablar de las migraciones en la globalización, por ejemplo, se extiende previamente sobre la globalización. Al hablar de la multiculturalidad aborda previamente las propias culturas. Todo ello de una forma sistemática y ordenada, exponiendo los diversos aspectos de cada tema, las diversas posiciones y teorías.
Particularmente me ha parecido muy sugerente concebir las culturas como escenarios no inmutables, que se relacionan entre ellas, que se condicionan y se influyen mutuamente. Este carácter contingente de las realidades culturales se extiende a los individuos que las conforman y a la diversidad interna de las mismas.
Si hablamos de multiculturalidad parecía imprescindible partir de ahí para construir una sociedad en la que relación entre las diversas culturas que la integran sea respetuosa e igualitaria, pero al tiempo abierta, interrelacionada y por tanto capaces de influirse mutuamente.
Es la base para esas identidades creativas y acogedoras que de alguna forma postula Rafael en este libro. La base desde luego para lo que él llama ciudadanía democrática plena de derechos y que entiendo no necesariamente vinculada a la nacionalidad.
Y la base sin duda para la construcción del currículo multicultural.
Personas relacionadas con el mundo de la inmigración o preocupadas por las relaciones en sociedades cada vez mas multiculturales, pero no integradas ciertamente en el mundo educativo, por razones obvias hemos tenido que acercarnos a la situación de creciente multiculturalidad que se vive en escuelas e institutos. E interesarnos de alguna forma por la integración y el tratamiento de esas realidades en los contenidos, en las prácticas y en los programas educativos.
En este sentido el texto que nos aporta Rafael Jiménez en este libro, incluso para los profanos resulta lluvia fina y fresca en tiempos de sequía.
Nos parece que recupera el espíritu de la pedagogía popular en tanto que considera la educación como un instrumento de transformación social. “La educación intercultural se convierte en un movimiento social crítico, de carácter antirracista, en lucha por una ciudadanía democrática, activa y crítica, que abarca todos los ámbitos sociales y políticos”.
Al tiempo que reclama de todos y cada uno de nosotros, nos urge en cierta forma, a que seamos protagonistas y participemos en la construcción del currículum como un proceso no dogmático capaz de generar conocimientos y actitudes democráticas.
Rafael, desde las páginas de este libro, nos alienta a entender el currículum como “un proceso en continua construcción” que ha de tener en cuenta el qué, el cómo, el cuando, el donde, y, sobre todo, quienes aprenden.
Nos advierte de que prejuicios, mitos, vivencias, expectativas, frustraciones, individuales y colectivas, que interactúan componen todo un currículo oculto capaz de modificar y distorsionar los mensajes que se transmiten.
Nos estimula, nos reta a reconocer la existencia de múltiples visiones del mundo, superando el culto a la diferencia, reivindicando la igualdad, pero luchando al tiempo contra la tentación y la práctica de eliminar el derecho a la diversidad como pretexto precisamente para la igualdad.
Pero, sobre todo, nos devuelve la esperanza. Nos habla de crítica, de transformación, de igualdad sin victimismos ni paternalismos, de justicia social. Y esto es recuperar la democracia en la educación y recuperar la educación como instrumento democrático.
Ciudadanía-Culturas-Religiones, Educación, Educación Intercultural
Educación para la Ciudadanía Intercultural
