2003, 10 diciembre. La Voz de Cádiz
El 10 de diciembre de 1948, en una sesión extraordinaria celebrada en París, la ONU proclamaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Con la perspectiva de los años transcurridos, la Declaración Universal ha resultado ser una referencia imprescindible en la defensa de la dignidad del ser humano, su igualdad y la fraternidad que, como tales, deben practicar.
Resulta inquietante sin embargo el devenir que contemplamos en estos tiempos. Porque si a lo largo de estos 55 años la regla en el mundo ha seguido siendo el incumplimiento y la violación de los derechos humanos, asistimos ahora a la “reivindicación” por parte los Estados mas poderosos de la tierra de una “reinterpretación” de los derechos humanos, hasta el punto de haber olvidado que en su origen se buscaba “preservar a las generaciones venideras del azote de la guerra”. Se trata ahora de supeditar el cumplimiento de los derechos humanos a hipotéticos intereses superiores, como la seguridad, la lucha contra el terrorismo, o incluso justificar guerras de ocupación y saqueo a todas luces intolerables.
Hace unos años asistíamos estupefactos a verdaderas atrocidades cometidas por los gobiernos bajo la bandera del respeto a las derechos humanos. Hoy ya no les hace falta ni siquiera eso. La Declaración Universal y los Derechos Humanos han dejado siquiera de ser utilizados como excusa. La lucha contra el terrorismo y la búsqueda de falsas y demagógicas seguridades basta para ello.
No es necesario justificar nada parecen decir los Estados. Por ejemplo se puede mantener un campo de concentración en Guantánamo sin respetar ni el más mínimo de los derechos fundamentales… ¡se hace para luchar contra la amenaza terrorista! En EE.UU. la escalada de control y represión se acelera: Vigilancia, fotografías, acceso a las comunicaciones personales sin cortapisa, a las tarjetas de crédito, posibilidad de ser detenido si derecho ni pruebas, por ser sospechoso a ojos de la policía, base de datos de huellas dactilares… Una escalada rápidamente imitada en muchos otros estados, entre ellos el español.
Han querido las circunstancias históricas y el calendario, que la conmemoración de la Constitución se produzca en fechas cercanas a la de los Derechos Humanos. No es ésta la única afinidad, ya se advierte que los preceptos que contiene deben ser interpretados de conformidad con la Declaración Universal.
La simetría está servida, y asistimos a una interpretación sesgada de la una tanto como de la otra.
En los últimos seis meses ya han sido aprobadas una batería de reformas legislativas, hasta cinco Leyes Orgánicas. Todas ellas, responden a los mismos principios programáticos: crear nuevos delitos, más prisión, más dificultad para salir de la misma a los delitos cometidos por los más excluidos, y sospecha de culpabilidad para los que tengan antecedentes a través de la prisión provisional inmediata. Los inmigrantes, por su parte, han recibido una regulación personalizada a imagen de la ideología autoritaria y segregadora de sus redactores.
A la seguridad se sacrifica todo. Nuestra libertad e incluso nuestros avances sociales. Estamos asistiendo a una política de recortes sin cuento en derechos sociales que produce exclusión y que luego se complementa con “tolerancia cero” para los mas desfavorecidos que, sean de aquí o hayan llegado de fuera como los inmigrantes, son convertidos en el chivo expiatorio de hipotéticas seguridades.
Los derechos humanos (aún cuando formalmente se siga reivindicando la Declaración) son considerados instrumentales y se supeditan sin reserva a una hipotética seguridad frente al terrorismo o enemigos difusos interiores y exteriores
Por eso los Derechos Humanos y sus defensores empiezan a ser molestos. Centenares de activistas defensores de los derechos humanos están hoy detenidos en las cárceles en todo el mundo, torturados y muchos de ellos muertos.
Afortunadamente, no hemos llegado todavía a esto en nuestro país. Pero, sin embargo, comienza a dar miedo opinar libremente sobre depende qué cosas, por temor a ser linchado públicamente, o resulta mas que común el autolimitarse para que no se nos malentienda.
Por ello, llegadas las fechas en torno al 10 de diciembre, nos parece mas que oportuno volver a reivindicar la plena vigencia de los Derechos Humanos. Como instrumento de transformación de conciencias y de la propia sociedad. Como grito a favor de la libertad, de la justicia, de la igualdad y de la dignidad del ser humano.
Pese a quien pese.
Pese a quien pese, derechos humanos
