2003, 17 julio. El Correo de Andalucía
Las dos muertes de hoy en Tarifa se suman a las muchas que en los últimos doce años han hecho del goteo de cadáveres una realidad cotidiana en nuestras costas. ¿A quien no se le encoge el corazón viendo las imágenes o comprobando in situ la dificultad del rescate en sitios como “Barranco Hondo”, cuyo nombre lo dice todo?
Estamos empeñados en levantar una muralla, en hacer de nuestras costas un inmenso Barranco Hondo, un foso lleno de alambradas, patrulleras, guardias civiles, detectores y radares para evitar que los pobres del sur siquiera puedan llamar a nuestras puertas. Empeño inútil. Para darle a la aldaba de esas puertas hay muchos que incluso están dispuestos a perder la vida. Como estos dos amigos desconocidos. Como tantos miles a lo largo de los últimos doce años.
Y lo peor es que en lontananza se avecinan temporales y tormentas. Hay quienes indiferentes a esta tragedia, llenos de soberbia y totalmente ajenos a la realidad del movimiento migratorio e incluso de las necesidades de nuestro país, están decididos a perpetuar el genocidio. La eterna reforma de la Ley de Extranjería del gobierno es pretender rizar el rizo. Quieren cerrar a cal y canto este país imposibilitando que las personas que quieren emigrar lo puedan hacer legalmente, en el ferry como todo hijo de Dios. Nuevo empeño inútil. Como ellos necesitan emigrar y nosotros les necesitamos aquí, seguirán viniendo. Sólo que clandestinamente, muriendo si hace falta en el intento. ¿Quién gana? Las redes que los transportan, que es la única opción que les dejan. Y los empresarios sin escrúpulos que explotan la inmigración clandestina.
¿Quién pierde? Sobre todo, ellos, los inmigrantes. Pierden la vida. Y su futuro. Pero en realidad también perdemos todos. Y mucho.