2003, 13 de febrero.
Desde la íntima convicción y desde la ética de la paz, son muchas las razones y las rabias que acumulamos contra un atropello que nos llena de impotencia y que se nos presenta como inevitable.
Ética de la paz frente a las razones de la fuerza. Razones que todos sabemos inconfesables y que sin embargo son paradójicamente confesadas sin tapujos por la administración norteamericana. Se trata, dicen, de su derecho a atacar a cualquier enemigo en cualquier lugar del mundo, sin someterse a norma u organismo internacional alguno. Plantean abiertamente su intención de desplegar bases militares en los cuatro puntos cardinales del globo. Confiesan sin vergüenza ajena y sin esconderse, que quieren controlar el flujo de mercancías y las energías estratégicas… Todos sabemos que esta cruzada del Sr. Bush responde ante todo a los intereses geoestratégicos, a afirmar su supremacía mundial sin contestación y a lograr el control del petróleo del Golfo. No es ajeno a ello que los principales dirigentes de la Casa Blanca tengan abiertos y públicos intereses con las grandes petroleras estadounidenses.
El resto es puro teatro. Las imposibles armas de destrucción masiva de Irak. Un país devastado por la guerra, por el cerco internacional y las condiciones leoninas de la ONU, donde en los últimos diez años no ha podido entrar ni un alfiler, que ha sido bombardeado de forma continua y sin resoluciones de la ONU por EE.UU. y el Reino Unido. Un país donde cientos de miles de niños han muerto por falta de alimentación o de medicinas, donde las infraestructuras están destruidas y su nivel de vida ha pasado de ser incluso superior al de España a ser uno de los mas bajos del mundo….
Puro y siniestro teatro. Que se suma al circo de la hipocresía de gobiernos que exigen el desarme y el cumplimiento de las resoluciones de la ONU a Irak mientras miran de forma cómplice hacia otro lado ante la impunidad de Israel o ante las armas de destrucción masiva (esta vez de verdad) del propio Israel, de Pakistán, de la India o de tantos otros países.
En Cádiz nos reúne además la circunstancia de tener en nuestro suelo una de las mas importantes bases de EE.UU. en todo el mundo. La utilización estratégica y logística de esta base en el conflicto es muy importante. Ello convierte a nuestra provincia en uno de los eslabones de la estrategia norteamericana. Punto de partida de la agresión. España, a través de la cesión de las bases y por medio de su posicionamiento internacional y en el Consejo de Seguridad a favor de la guerra, está colaborando activamente y para vergüenza nuestra en el genocidio de un pueblo y también en la quiebra del derecho internacional y en el derrumbe de la arquitectura arduamente labrada por la humanidad para intentar resolver pacíficamente los conflictos
Como dibujaba nuestro querido Mel hace poco en el Diario… “Para que el mundo sea mas seguro, tenemos que atacar sin provocación; para que el pueblo iraquí sea libre tenemos que bombardearlo primero; para eliminar las armas de destrucción masiva, tenemos que utilizar las nuestras…” “¿Qué no entienden estos fanáticos?” Se preguntaba Bush a través de la pluma de Mel
Quizás sea esa precisamente en medio de esta crisis terrible la nota de esperanza: que somos muchos los que empezamos a no entender nada. Y que por tanto nos emocionamos y actuamos solidariamente. Tal vez reflejando sentimientos profundos latentes en buena parte de la sociedad española, especialmente entre los jóvenes. Algo similar sucedió con la solidaridad con Ruanda, o en las acampadas del 0’7, las manos blancas cuando Miguel Ángel Blanco o con la catástrofe del Prestige.
Se trata de una marejada social, que se concreta por ahora en las manifestaciones del día 15, pero que despierta en centenares, miles de pronunciamientos, acciones y movilizaciones espontáneas que se desarrollan en colegios, universidades, en la calle o en los centros de trabajo. Si se trata de parar la barbarie, la única posibilidad posiblemente se concentre en estos sentimientos hondos y espontáneos de millones de personas que no se han dejado embaucar por la feroz campaña mediática que, como cada vez que hay algo importante en juego, estamos padeciendo.
No es casual que desde el mundo político, con frecuencia tan lejano y desconsiderado hacia la participación y hacia las realidades sociales, se produzca una cadena de posicionamientos. Es posible que para bien, si vale para sumar y apoyar al movimiento social. Mal, si vale para intentar encauzar y protagonizar. Pero en todo caso es evidente que esto también refleja la pujante vitalidad de miles de voces que se están sumando, aunando energías, despertando voluntades… Voces, energías y voluntades que esgrimen las razones de la justicia y de la ética de la paz.
La huida hacia delante de EE.UU., la desconsideración de gobiernos importantes del mundo y mas aún de los del Tercer Mundo que no cuentan, el desprecio de la opinión pública mundial, la consideración de que para conquistar los pozos de petróleo es legítimo acabar con miles de vidas humanas, la prepotencia y la razón de la fuerza, la violación sistemática de los derechos humanos… no pueden acabar bien.
La gente empieza tomar conciencia de lo que está en juego y a manifestarse con su propia voz. Esto no es poco. Tanto si la guerra se lleva a cabo como si no (y esperemos que no), las cosas no van a seguir igual.