2002, 4 de abril.
De igual manera que el sueño de la razón produce monstruos, Palestina ya no es más que el escenario monstruoso engendrado por el sueño prepotente y cruel de las razones de seguridad de Israel.
Tras el 11 de septiembre para el pueblo palestino comenzó una cuenta atrás, un proceso de destrucción acelerado por un consenso hipócrita frente al terrorismo que parece justificarlo todo, invasiones, sufrimiento, muerte; sacrificándolo todo en aras de una supuesta seguridad internacional que jamás se logrará utilizando los mismos métodos que se pretenden combatir.
La guerra total de Sharon contra el pueblo Palestino cercado y ocupado, no es más que un remedo, ejemplo y consecuencia de la clase de justicia infinita que Bush pretende ofrecer al mundo.
De una y otra parte hay muertos, pero todos mueren en Palestina tierra ocupada con el nombre de Israel o en las zonas de Palestina tierra cercada bajo el eufemismo de Áreas Autónomas, ahora invadidas y masacradas.
Ciertamente, los atentados a las vidas de la población civil son un límite que ninguna causa puede traspasar si quiere mantener su fondo de justicia; pero entre Israel y Palestina todo es asimétrico; la vida, la esperanza de vida, los medios de vida y hasta los medios de muerte. Donde unos combaten con piedras otros lo hacen con tanques, donde unos usan su propio cuerpo como proyectil otros bombardean a la población desde los aviones más sofisticados, donde unos malviven en territorios cercados y aislados sin recursos propios, otros les rodean con su potencia nuclear y uno de los más poderosos ejércitos del mundo.
Los palestinos se han visto obligados a negociar su propia autonomía cercados en unos territorios incomunicados entre sí, condenados a la desestructuración social, al empobrecimiento y a la dependencia económica mientras a su alrededor Israel seguía creando y expandiendo los asentamientos ilegales y reforzando el cerco militar. El Arafat sitiado en un reducto de Ramallah es la expresión gráfica de la situación de los territorios autónomos durante años.
En estas condiciones ¿puede seguir hablándose de la responsabilidad simétrica de ambas partes del conflicto? ¿Puede hablarse siquiera de partes del conflicto?
Nunca hubo una responsabilidad equivalente, ni antes ni después de los acuerdos de Oslo en el 93 y la instauración de la Autoridad Palestina en el 94.
Sí ha habido, por el contrario, todo un proceso de información calculada y deformada sistemáticamente sobre la situación real de los territorios ocupados y los espacios permitidos a la Autoridad Palestina. Sólo así se explica la perplejidad de la opinión pública ante la nueva Intifada y la hipócrita neutralidad de los gobiernos occidentales.
En Palestina hoy se sigue muriendo, sufre el mismo pueblo que hace años ya murió en Sabra y Chatila. El pueblo palestino tiene una dilatada y amarga experiencia en morir, Ariel Sharon tiene años de práctica en matar; no hay simetría.
Ni habrá paz si no la hacemos surgir, si seguimos mirando sorprendidos, dudosos o neutrales ante un nuevo holocausto. No habrá paz para nadie mientras se sostenga la injusticia y se siga humillando y masacrando a los pueblos, a no ser que llamemos paz a la que habita en los cementerios.
Si no hay justicia para el pueblo palestino, si los pueblos de occidente no se conmueven, si dejan que sus gobiernos sigan siendo permisivos con los poderosos e implacables con los mas débiles, habremos roto un puente de valor incalculable: el de la confianza y la solidaridad entre los pueblos. El Occidente democrático, el Norte económico, habrá perdido de forma definitiva cualquier legitimidad para proponerse como modelo social, árbitro en conflictos, autoridad democrática o siquiera vecino aceptable, para descender a la categoría de cómplice o verdugo. Más nos valdrá entonces borrar nuestra firma de la Declaración Universal de unos Derechos Humanos que no estamos dispuestos a defender si no es para nosotros. ¿Quién tendrá entonces la desfachatez de hablar de democracia frente al terrorismo, mientras permite impasible que se aterrorice y se extermine a un pueblo tras otro ante sus ojos?
No rompamos el puente de la solidaridad, no profundicemos el foso entre los pueblos, no nos condenemos todos al odio y a la muerte. Tendamos la mano a la paz, a la justicia y a la esperanza del pueblo palestino.