2001, 15 de julio.
Del 20 al 22 de julio, los 8 gobiernos mas poderosos del planeta se van a reunir en Génova para determinar el destino de la humanidad según su particular punto de vista. Entre ellos definirán los consensos básicos para que el resto de instituciones multilaterales (BM, FMI, OMC…) tengan un punto de referencia a la hora de tomar sus decisiones Son los líderes de las ocho naciones mas industrializadas del mundo: Italia, Francia, Alemania, Reino Unido, USA, Canadá, Japón y Rusia; el G-8. Son los mismos que al finalizar en 1997 su reunión declararon que “haremos de la globalización un éxito del que todos podrán beneficiarse”.
Los representantes de los países mas poderosos del planeta se declaran sensibles a la situación de los países empobrecidos. Pero en realidad están empeñados en consolidar un sistema despiadado, especulativo y profundamente inhumano, cuyo único norte es el beneficio económico.
En la reunión de Génova añadirán una más a sus preocupaciones: debatirán como quitarse de encima esa nube de mosquitos (como alguien definiera a los movimientos antiglobalización) que surge allá donde haya un motivo para hacer frente a la globalización neoliberal.
Seattle, Washington, Melbourne, Praga, Niza, Barcelona… Un movimiento cuya principal característica es la multiplicidad de sus sujetos, deseos, culturas, prácticas, intereses, lenguas o religiones. Pero que encuentran el modo de comunicarse y llenar de crítica, contestación, protestas, colores y, sobre todo, miles de hombres y mujeres en plazas y calles de una forma que hasta hace poquísimo parecía impensable.
Verdaderamente no hace falta rebuscar mucho para encontrar motivos por los que andar tras cada cumbre de los organismos multilaterales, porque los tenemos en cada vuelta de la esquina.
La cumbre del G-8 será otro momento de airearlos. Será la ocasión para realizar un encuentro de los negados derechos de ciudadanía: el derecho a una renta, a una casa y al acceso a los servicios sociales; el derecho a una vida y un trabajo digno; a tener voz y a poder decidir de verdad sobre las cosas de la comunidad; a ver reconocida la existencia y no ser condenado a vivir “sin papeles”; el derecho a no sufrir discriminación de ningún tipo; el derecho a no pudrirte en una cárcel y a no ser aniquilado como persona…
La movilización de Génova servirá así para dar voz y rostro a los invisibles, a los “nadie” como decía Galeano. Y, ¿cómo no? será una explosión de libertad como asunción del orgullo y la dignidad de quienes hoy en día constituyen la pieza invisible de la maquinaria de acumulación capitalista: los excluidos y marginados, cuyos derechos son negados por los que globalizan la miseria y la injusticia y se reúnen de nuevo, esta vez en Génova.
Globalizar los derechos
