2021, 19 enero. Publicado en eldiario.es el 19 y 20 de enero 2021. https://www.eldiario.es/andalucia/el-blog-de-apdha/
Una mirada internacional a los derechos humanos en 2021 (1)
El año empezó con unas campanadas mundiales: los seguidores de Trump asaltaron el Capitolio ante una vergonzosa y cómplice pasividad policial, provocando no sólo la muerte de cinco personas, sino una gran conmoción mundial. ¿Una sorpresa? Sólo muy relativa. El discurso incendiario de Trump ha alentado la violencia durante meses profundizando y radicalizando la división de la sociedad norteamericana.
El intento de golpe de estado ha puesto de relieve la radicalización y extensión de la extrema derecha en todo el mundo; es patente la complicidad de los grupos de las derechas tradicionales con la nueva ultraderecha en EE. UU. y en otros lugares del planeta como España, en la que se ha instalado su discurso intolerante, antidemocrático y negacionista además de sus prácticas de enfrentamiento social.
El asalto al Capitolio también ha puesto sobre la mesa la fragilidad de la democracia, que nada está asentado y que, como en El cuento de la criada, todo puede pasar. Sobre todo, allá donde los límites democráticos son tan evidentes tanto en cuanto a los procedimientos formales (un sistema electoral pensado para una sociedad agraria del siglo XVIII sigue vigente en plena era de la digitalización) como en cuanto a los valores profundos que la alimentan. En los EE. UU. la discriminación racial es un hecho que se expresa a través de la violencia policial contra las minorías y la existencia de bolsas de millones de personas en situación de extrema pobreza sin apoyo ni cobertura del Estado entre otras muchas injusticias y desigualdades insostenibles.
Empezamos pues 2021 con una parcial derrota de la ultraderecha trumpiana fascista, pero no olvidemos que esa extrema derecha con diferentes caretas sigue gobernando también en países como Turquía, Israel, Polonia, Hungría o Brasil, por poner unos ejemplos que nos son cercanos.
Este ascenso de estas organizaciones y la creciente influencia de su discurso en todo el mundo, también en España, es una de las principales amenazas para los derechos humanos que deberíamos tener en cuenta para este año 2021.
No olvidemos que allí donde gobiernan -o tienen suficiente peso para arrastrar a las derechas tradicionales y condicionar las políticas que se desarrollan- se están produciendo importantes retrocesos democráticos y de derechos humanos.
Es el caso de Hungría, liderada desde 2010 por la extrema derecha de Viktor Orbán, que avanza cada vez más hacia un estado autoritario, en el que la independencia judicial se diluye, se concentra el poder y se practica una política alimentada por un discurso racista y xenófobo contra las minorías. De forma semejante en Polonia se revalidó la presidencia Andrzej Duda al frente de su partido Ley y Justicia (PiS), que desde 2015 está socavando aceleradamente los fundamentos del Estado de Derecho. La principal oposición ha estado en la calle de la mano del movimiento feminista -aglutinado en Strajk Kobiet (Huelga de Mujeres)- que se ha movilizado masivamente contra el PiS y la Iglesia Católica por sus intentos de limitar el derecho al aborto.
La extrema derecha sionista en Israel perpetúa y profundiza la opresión de un pueblo, el palestino. Para 2021 es preciso romper la losa de silencio sobre el lento genocidio del pueblo palestino. La realidad que se vive en los territorios ocupados es cada vez más terrible e inhumana en todos los sentidos, agravada por la pandemia de la COVID-19. El ocultamiento y la complicidad de la comunidad internacional es directamente criminal.
Israel es uno de los actores clave en los conflictos y las alertas que provoca la existencia de un inestable y permanente polvorín en Oriente Medio. El enfrentamiento regional Irán y Arabia Saudí apoyada por EE.UU e Israel, con incidentes recurrentes y cuyas consecuencias pueden desatar en cualquier momento otra guerra más cuyas proporciones y consecuencias serían devastadoras. La guerra silenciada en Yemen, alentada también por EE.UU. y Arabia Saudí, está provocando una tremenda y continua catástrofe humanitaria sobre la que poco o nada se dice. La situación en Siria, que sigue siendo muy inestable y en la que se siguen violando los derechos humanos de forma grave. Derechos humanos que son vulnerados y violentados en Irán, estando además institucionalizados y convertidos en leyes propiamente medievales en Arabia Saudí, uno de los países con mayor impunidad en sus acciones debido a sus reservas petrolíferas y su papel estratégico en el tablero de la guerra y la geopolítica occidental.
No podemos dejar de lado las ignoradas agresiones del gobierno turco al pueblo del Kurdistán que reflejan a un país con cada vez mayor deriva autoritaria, pero que goza asimismo de la tolerancia que le proporciona su poder militar, su papel estratégico y el control migratorio hacia Europa.
En 2020 se ha cumplido el tercer año de exilio de los refugiados Rohingya en Bangladesh tras su huida por las persecuciones y asesinatos masivos en Myanmar en 2017. Sin posibilidades para volver, ahora afrontan el proyecto del gobierno de Bangladesh de reasentarlos en la remota y deshabitada isla Bhasan Char, azotada con frecuencia por graves inclemencias climatológicas y que surgió del mar apenas hace 20 años, claramente inviable para convertirse en una alternativa mínimamente digna.
Una mirada internacional a los derechos humanos en 2021 (y 2)
Continuamos este recorrido con el drama de las personas migrantes y de las que buscan refugio. Según ACNUR, a finales de 2019 eran casi 80 millones de personas en el mundo las que han tenido que huir de sus hogares, el 80% de las cuales están en países que sufren gran inestabilidad, inseguridad alimentaria o malnutrición.
En 2020 hemos asistido al terrible incendio en el campamento de Moria en la isla de Lesbos en Grecia. En medio de un creciente acoso y represión -en la que han participado también grupos paramilitares de extrema derecha- la situación de los refugiados en Grecia es claramente de lesa humanidad. Pero no es sino una expresión más de las políticas europeas (y de cada país miembro) de cierre de fronteras, criminalización de quienes desarrollan acciones de salvamento y gestión de las migraciones mediante la detención y la expulsión, provocando miles de muertos cada año en el mar. La reacción a Lesbos ha sido en España el infame “muelle de Arguineguín” en Canarias. La reacción a Lesbos es la prohibición de navegar a barcos de ONGs que realizan salvamento, o externalización de las operaciones de rescate. La reacción a Lesbos por la Unión Europea ha sido el vergonzoso “Pacto Europeo de Migración y Asilo” que sigue poniendo el foco en el control de fronteras, las limitaciones al asilo y la guerra contra la inmigración.
También hay, pues, otra pandemia que tiene que soportar la humanidad: la guerra mundial desatada contra la inmigración, liderada por una ultraderecha a la que retroalimenta y fortalece a la vez que se sustenta en continuas violaciones de los derechos humanos por parte de los Estados. Estas políticas de la muerte (necropolíticas) son las promotoras del famoso muro en la frontera mexicana y las políticas antiinmigración de Trump que llegó incluso a separar hijos e hijas de sus padres, de las que pudimos conocer situaciones espeluznantes. O, mucho más desconocida pero igual de terrible, la “Operación Fronteras Soberanas”, que, desde 2013, intenta frenar a los inmigrantes que llegan en barco a Australia de forma irregular, generalmente desde Indonesia. Australia financia centros de detención para estas personas trasladándolas fuera del país, en Papua Nueva Guinea o en la isla de Nauru. Organizaciones de derechos humanos han denunciado las violaciones y el maltrato sistemático de las personas detenidas en estos centros de reclusión.
Pero no hay que irse tan lejos. Marruecos soporta un régimen antidemocrático que reprime violentamente los derechos de su propio pueblo y mantiene decenas de presos políticos, como los del movimiento Hirak del Rif. Un régimen que recibe sustanciosos fondos de la Unión Europea para controlar las migraciones a base de vulnerar gravemente los derechos humanos. Un régimen, en fin, que ocupa el Sahara Occidental y está provocando por la falta de reconocimiento del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui y sus agresiones, una escalada del conflicto y la guerra. Todas estas actuaciones ejecutadas con la complicidad y la financiación entre otros países de España.
No podría faltar en este somero repaso que veremos en 2021 como lamentablemente la fosa Norte-Sur se agrava la situación en la mayoría de los países empobrecidos por la falta de acceso en condiciones dignas a las vacunas para la COVID-19, para mayor gloria y acumulación de beneficios inconmensurables de la industria farmacéutica.
Pero no querríamos terminar esta mirada internacional, forzosamente parcial, con el foco de los derechos humanos sin señalar que también existen indicios alentadores. En primerísimo lugar la persistencia del movimiento feminista a nivel global. Que, por ejemplo, en Argentina acaba de conseguir una victoria histórica con la aprobación del derecho al aborto y en Polonia ha obligado a recular al gobierno ultraderechista del PiS.
Pero también las importantes movilizaciones antirracistas en todo el mundo en respuesta al asesinato de George Floyd por la policía de Mineápolis.
Es esperanzadora la creciente incidencia de movimientos sociales en EE.UU. tan importantes como los Antifa, el Black Lives Matter, o el Movimiento feminista o el aumento de la influencia de los sectores de izquierda en el partido demócrata que se manifiesta con la reelección de las jóvenes congresistas Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Rashida Tlaib y Ayanna Pressley y otras nuevas.
Hay que celebrar también la entrada en vigor del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares en octubre de este año pasado. Las organizaciones internacionales están demostrando su ineficacia e inoperancia ante los retos de derechos humanos que vivimos, pero pese a ello es preciso reivindicar su vigencia, aunque necesiten profundas reformas. Los ataques de Trump al sistema de NN.UU. confirma que son imprescindibles pese a los límites señalados.
También resulta alentadora la creciente conciencia social ante la emergencia climática que vivimos y las movilizaciones de amplios sectores de la juventud. Se extiende la conciencia de que tenemos derecho a un planeta saludable para vivir dignamente. De que tenemos derecho a otra relación no opresiva y de explotación con el resto de los seres vivos y la naturaleza
En fin. Un año 2021 con numerosos retos y amenazas para los derechos humanos. La gente que los defendemos seguimos. Y seguiremos.