2017, 8 de abril. Viva Conil.
El enemigo desfiguró nuestras palabras hasta dejarlas irreconocibles. (Bertolt Brecht)
Ante la situación en que se encuentra la defensa de los derechos humanos, las palabras de Bertolt Brecht parecen haber sido escritas para hoy.
Por más que buscamos la forma de construir nuestras sociedades basadas en los principios de libertad, igualdad y solidaridad, los poderosos del mundo siempre encuentran forma de cambiar su sentido, limitar su alcance o incluso condenarlas.
Cada vez que hablamos de libertad, los poderosos del mundo apelan a nuestros miedos y utilizan la seguridad como excusa para limitar la libertad individual y las libertades públicas.
Cuando hablamos de avanzar en igualdad, que significa garantizar al menos las necesidades básicas para vivir con dignidad, los administradores de nuestras vidas nos responden que los pobres son pobres porque quieren, parados porque quieren, que los pobres se han ganado su pobreza y que los más listos (que son ellos) se lo llevan.
Cuando hablamos de compartir, los señores del negocio nos proponer competir y tratan de enfrentarnos pobres contra pobres. Y en ocasiones lo consiguen.
Cuando las políticas de austeridad que nos hacen más pobres nos llevan a protestar solidariamente en defensa de los nuestros derechos frente al orden establecido, en lugar de corregir las injusticias, se inventan nuevas leyes que penalizan la protesta y llevan a la cárcel a sindicalistas, activistas sociales o a quien pasaba por allí y le hizo una foto al policía.
Y todo esto no es un comportamiento casual, todo esto es su ideología. Esos mismos que dicen que las ideologías ya no tienen sentido, tienen una ideología muy clara sobre quienes deben mandar y quienes debemos trabajar, aguantar y obedecer, y toda su ideología está orientada a que todo siga siendo así.
Y así nos vemos, teniendo que recordar cada día el significado de las palabras y el contenido de los derechos básicos.
Recordando una y otra vez que los derechos básicos no pueden convertirse en un negocio, que no se compran, que no hay que pagar por ellos porque se conquistaron con lucha social y con lucha se defienden.
Recordando que la desigualdad es el resultado de su riqueza desmedida y obscena, que nuestra pobreza no se debe al vecino de al lado o a quien está peor que yo sino a su avaricia que convierte las necesidades vitales de la gente en un negocio sucio, injusto, descarnado y mafioso.
Recordando que el acceso a los derechos debe ser universal, que no depende de las circunstancias ni del sexo ni del origen de las personas porque todas las personas nacemos libres e iguales en dignidad y derechos.
Y así nos vemos, un día tras otro tratando de devolver el orden correcto a las palabras y el contenido real a los derechos humanos.